El arte de Arturo Montoto ha estado presente desde fines de marzo por vez primera en la galería de arte Villa Manuela (UNEAC). Bajo el título «Conversación en el huerto» más de diez piezas presentan al pintor con figuraciones de objetos, que tienen un marcado protagonismo en las telas pintadas. Cuando sea retirada esta muestra, una colectiva de ceramistas contemporáneos quedará inaugurada en esta galería ubicada en El Vedado.
En obras de gran formato, realizadas en técnica mixta sobre lienzo y lino, el pintor dialoga con ciertas herramientas cotidianas de múltiples utilidades y empleos, como un cronista que ofrece un mensaje simbólico y arquetípico.

 Si los sabios del Medioevo se afanaban en buscar el elixir de la piedra filosofal, usando instrumentos y objetos propios del arte alquímico, el reconocido pintor Arturo Montoto (Pinar del Río, 1953) ha logrado imbricar en su versatilidad creativa elementos primordiales de la ciencia hortícola, con sugerentes y palpables ejemplos de reinvención de un discurso simbiótico que trasciende por su objetividad poética, megafactura y corporalidad textual hermética. Basada en estos cimientos neoteóricos-formales se inauguró su exposición personal, intitulada «Conversación en el huerto», en la Galería Villa Manuela (UNEAC).
En la producción del artista se han exhibido ahora 12 obras de gran formato, realizadas en técnica mixta sobre lienzo y lino, en las cuales se percibe un vínculo entre cada una de las piezas elaboradas. En estas obras la solución formal de los fondos desvencijados acentúa la estrecha analogía con esos múltiples artefactos arraigados a una austeridad conspicua, absorbente y existencialista, proclive a una hipótesis de índole estética-ocultista que nos remite a la doctrina cuántica del arte Pi, sustentada en la teoría circular del campo mórfico y matérico. Incluso en sus nuevas piezas cada componente cromático está sujeto a determinada tasa de vibración y frecuencia natural del entorno en que se inserta.
El pintor dialoga con ciertas herramientas cotidianas de múltiples utilidades y empleos, como un cronista que ofrece un mensaje simbólico y arquetípico. Montoto enfatiza en el sentido de una lectura antropológica arbitraria de esos artilugios cuando nos refiere «su uso, abuso y sobreuso» en cualquier marco posible. Él reconstruye un puente entre el objeto y la realidad, especie de filosofía alegórica del hortus, ese huerto fecundo y absurdo de la vida, transmitiéndonos su previsión de que el hombre pueda relegarlos a la intemperie: a ciertos objetos, un tanto obsoletos y sojuzgados por una ética tecnocrática que avasalla a la humanidad.
 Con una osadía digna de los émulos adeptos del pasado, que se empecinaban en transmutar los metales en elementos áureos, Montoto, hacedor de universos meta-criptográficos ensaya un mandala plástico que recoge los gérmenes primigenios transustanciales en un proceso cíclico y renovador. En la unidad temática encontramos latencias teogónicas uniformes que vivifican el complejo mundo de fabulaciones estilísticas empleadas por el artista como un torrente inacabado de experimentaciones retro-transvanguardistas.
En estos patrones ideometafísicos se polarizan los arcanos de luz y sombra, que reflejan la idiosincrasia propia de sus fabricaciones destinadas a un hábeas teatral de significaciones conductuales. Con una total maestría Arturo Montoto nos hace reflexionar con sus previsiones, desasosiegos y desesperanzas kármicas, en torno a la fastidiosa utilidad que le asignamos al mundo pragmático deshumanizado.
Los pintujos –denominados así por el propio artista–, los nowhere tools (instrumentos de ningún lugar), conceptualizan un juego semántico en el que sobresalen títulos como Arrastres: para definir la acción del rastrillo; Maleficios: una escoba solitaria en posición vertical; La tostadora: su nombre ilustra un auténtico oficio; La fresca mañana de las hortalizas: un azadón sin cabo expuesto a la corrosión del tiempo; Ayer se ha mondado el jardín: representa una tijera podando una cerca. Todo es un compendio etno-histórico que traza los peldaños en el laberinto de la evolución humana.
Es evidente que Arturo Montoto con la ejecución de estas imágenes se reafirma en el amplio panorama de la plástica cubana contemporánea, logrando descubrir cada vez más las zonas oscuras, letales, psicológicas y antropo-ecológicas, relacionadas con la naturaleza del homo faber, que ansía reconquistar el cetro de los hierofantes que previeron la quintaesencia del orden caótico en el transcurso de las edades.
Rolando Toledo Rosabal y Aylín Cruz Enríquez
Promotor cultural e Historiadora del Arte, respectivamente

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