San Carlos, San Hermenegildo y Príncipe de Asturias, tres bajeles habaneros.
El San Carlos (1787), San Hermenegildo (1789) y Príncipe de Asturias (1794) fueron tres navíos de línea con 112 piezas de artillería botados en la última fase del Real Arsenal de La Habana. Correspondientes a la serie Santa Ana: Mejicano, Conde de Regla, Salvador del Mundo, Reina Maria Luisa, San Carlos, San Hermenegildo, Príncipe de Asturias y Santa Ana, estos ocho bajeles fueron construidos según los planos del ingeniero de la Real Armada española, José Romero y Fernández de Landa.
Romero de Landa sustituyó a Francisco Gautier a la muerte de este y con ello el sistema implementado (en 1764) de construcción naval a la manera francesa que botó en Ferrol navíos pocos marineros con altos niveles de escora como el San Pablo, San Pedro y San Gabriel (1773). Nombrado el 12 de marzo de 1782, Ingeniero Director de Marina por sus notables conocimientos matemáticos, logró bajeles de muy alta calidad como el San Ildefonso que sirvió de modelo a los San Ildefonsinos; a la vez que participó en la remodelación y reconstrucción del Santísima Trinidad. A la muerte de Carlos III en 1788, la Armada poseía 78 navíos y 51 fragatas diseñados por los destacados constructores navales, Jorge Juan, Gautier y el propio Romero de Landa.
Autor del Reglamento de maderas necesarias para la fábrica de los baxeles del Rey; diseñó los planos de su primera fragata de 34 cañones, Santa Casilda en 1783, mientras un año después hacia lo propio con el ya mencionado San Ildefonso. Sus consustanciales aportes a la armada naval española estuvieron dados en los bajeles de 112 piezas de artillería y tres puentes de la serie Santa Ana; los San Ildefonsinos de 74 cañones; tres bajeles de 64 y seis fragatas con 34 bocas de fuego.
Perteneciente a la serie Santa Ana, el San Carlos fue botado en Real Arsenal de La Habana el 4 de noviembre de 1787, con una eslora de 56,14 metros; manga de 15,5; calado de 7,37 y capaz de desplazar 2 308 toneladas. Participó como navío insignia de Francisco de Borja en el asedio a las islas bajo poder francés, San Pietro y San Antioco. Otras acciones fueron en alianza con los franceses y en contra de los británicos como la Batalla de Brión y la de Algeciras. En su regreso a Cádiz, en el estrecho de Gibraltar, fue abatido por un navío inglés, en medio de la oscuridad de la noche y la estela de humo dejada por la artillería, la tripulación fue presa de la confusión y abrió fuego contra su compañero de escuadra San Hermenegildo, el cual sin certeza de lo que sucedía respondió de inmediato, el resultado del hecho fue la explosión de ambos navíos el 12 de julio de 1801.
El San Hermenegildo también fue botado en el Puerto de Carenas, el 20 de enero de 1789, con las mismas características de eslora, manga, calado y desplazamiento del San Carlos. Montaba 112 piezas de artillería cuando fue designado insignia de Federico Gravina, el cual se uniría a la escuadra de Lángara para participar en las acciones de Cataluña y la evacuación de Tolón. Como ya se mencionó, el trágico hecho posterior a la Batalla de Algeciras le impidió a estos dos bajeles su participación en futuras contiendas navales, incluso su presencia en Trafalgar, que les hubieran otorgado más gloria aun, pues calidad marinera les sobraba.
Por su parte el Príncipe de Asturias corrió mejor suerte. Construido igualmente en el astillero habanero fue terminado el 28 de enero de 1794 a la vez que compartía dimensiones y capacidad con sus antecesores el San Carlos y San Hermenegildo. En los inicios de sus servicios fue utilizado como navío escolta de riquezas llevadas a la Corona provenientes de regiones distantes, como el 17 de mayo de 1795 cuando arribó a Cádiz en compañía del San Pedro Apóstol. Dos años después cumplimentó la misma labor bajo el mando del teniente general José de Córdova.
El 5 de octubre de 1796 tiene lugar la declaración de guerra de España a Inglaterra. El primero de febrero de 1797, la formación en la que navegaba el Príncipe de Asturias fue sorprendida por un mal tiempo, lo que obligó a cambiar el rumbo a San Vicente dada la fuerza de los vientos. El día de San Valentín los 27 bajeles ibéricos fueron sorprendidos por las fuerzas del almirante John Jervis, el cual había seguido de cerca todos los movimientos de la flota de José de Córdova. El 14 de febrero amaneció con niebla y escasa visibilidad, por su parte las fuerzas inglesas navegan hacia el sur cuando las fragatas de la avanzada avistaron los bajeles españoles, Córdova intentó formar a la escuadra dispersa por el embate de los vientos, logrando tan solo realizar dos formaciones, mientras Jervis dispuso sus 15 navíos en una sola columna.
El oficial británico embistió a toda vela la brecha en la formación ibérica, para impedir que se agruparan, a la vez que empleaba la totalidad de las piezas de artillería situadas a babor y estribor. Con los baupreses ingleses encima, Córdova ordenó con desesperación formar en línea sin el orden debido. En un primer momento quedaron expuestos el Príncipe de Asturias y Conde de Regla ambos de 112 cañones y el Oriente de 74 piezas de artillería que sufrieron la despiadada descarga de las baterías británicas. Jervis tuvo la posibilidad de aniquilar los ocho navíos separados del segundo y mayor grupo pero decidió ofrecer combate a este último más numeroso y situado a barlovento, pues podía quedar atrapado entre dos fuegos.
No solo Jervis pensaba así, pues era la única posibilidad de Córdova de revertir la desfavorable situación que le aguardaba. Para esfumar la esperanza del oficial español, Horacio Nelson abandonó la formación con su navío HMS Captain de 74 cañones secundado por el Diadem y Excellent de 64 y 74 bocas de fuego respectivamente con dirección a la cabeza de la fuerza española formada por el Santísima Trinidad, insignia de Córdova con 130 piezas de artillería; San José, de 112; Salvador del Mundo, de 112; Mejicano, de 112; San Nicolás, de 80; San Isidro, de 74.
Solo el Santísima Trinidad hubo de soportar las bocanadas del Captain, Cullodem, Blenhein; y cuando los británicos habían apresado cuatro bajeles, decidieron que el quinto fuese el Escorial de los Mares, sumándose al asedio el Orion e Irresistible; los ingleses habían aprendido la lección, la única manera de someter al Santísima Trinidad era mediante un asedio conjunto de un poder de fuego que superaba cuatro veces al de sus baterías, 556 piezas de artillería contra un solo navío el Santísima Trinidad que resistió durante cinco horas hasta ser socorrido por el Pelayo, Príncipe de Asturias, Conde de Regla, San Francisco de Paula y San Fermín, suficiente poder de fuego para hacer desistir de sus intenciones a los británicos.
Su participación en la memorable batalla de Trafalgar fue discreta, recordemos que la escuadra aliada hispano francesa poco pudo hacer frente al consolidado poderío de la Royal Navy. El Príncipe de Asturias, insignia del teniente general Federico Gravina sufrió en la contienda 110 heridos y media centena de muertos. Su obra muerta fue terriblemente castigada por las piezas de artillería británicas por lo que fue necesario remolcarlo desde la fragata Thémis, pues quedó sin gobierno y totalmente desarbolado.
Posterior a Trafalgar participó en la Guerra de Independencia Española con la captura de los navíos franceses Heros, Neptuno, Algeciras, Vainqueur y Plutón. En septiembre de 1810 fue destinado al resguardo del puerto de La Habana en compañía del Santa Ana. La deficiente política naval que imperó en España posterior a 1805 atentó contra los ya escasos recursos destinados a las carenas de los bajeles, reguladas cada dos años, por lo que 1814 producto a deficiencias en las labores de calafateo resultó no apto para la navegación; en 1817 se autorizó su venta, para el desguace, por parte de las autoridades de la marina.
Fernando Padilla
Opus Habana