Generosa y vehemente, definitivamente seductora, la obra de Flora Fong consigue atraparnos gracias a la vitalidad del trazo, la singular recreación de elementos naturales y la magia de tantos colores que danzan sobre el lienzo.
 Inquieto, siempre en movimiento como sus trazos, este creador pudiera ser la noción exacta de un enfant terrible de nuestra plástica actual.
 Dedicado durante cinco décadas a la temática del paisaje cubano, este pintor de larga data no teme renovar su discurso artístico, y lo hace con una obra enriquecida por técnicas y materiales que él mismo colecta, recicla y recontextualiza.
 Al corporizar de manera genuina las deidades del panteón yoruba, este artista cubano transmite en sus obras una sensación de armonía entre arte, naturaleza y vivencia espiritual.