El Palacio del Segundo Cabo acogió el estreno mundial del documental Cuervo y Sobrinos: el valor del tiempo, del joven realizador cubano Alfredo Herrera Sánchez. El material que sirvió de tesis de grado se acerca a la historia de la legendaria marca de relojes fundada en La Habana en 1882, y su permanencia hasta nuestros días aún en el Centro Histórico, como tienda-museo gracias al empuje del Historiador de la Ciudad de La Habana, el Doctor Eusebio Leal Spengler.

El Taller Científico de Antropología Social y Cultural Afroamericana volvió del 6 al 9 de enero al Museo Casa de África, cónclave ideal para la confluencia de saberes, el diálogo fortuito e intergeneracional sobre la diáspora, la cultura africana y su presencia en Cuba. Cada año el Cabildo del Día de Reyes inaugura el encuentro a fin de crear una simbiosis entre celebración popular y producción científica. Sin embargo, respetando las medidas de seguridad sanitarias, el cabildo no pudo recorrer, esta vez, las calles habaneras.

Uno de los eventos climatológicos más devastadores en la historia de la meteorología cubana ha sido sin duda alguna el Huracán de 1846, conocido también como Tormenta de San Francisco de Borja. Asedió a La Habana los días 10 y 11 de noviembre de ese año, dejando a su paso 175 fallecidos, 57 heridos y 21 lesionados; además de innumerables daños materiales, incluidas ocho fortalezas militares. Una relación ordenada de las pérdidas y desgracias sufridas en las poblaciones y puertos, es lo que relata el libro Huracán de 1846. Reseña de sus estragos en la Isla de Cuba, que ponemos a su disposición en este tabloide digital.

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En este estudio llevado de la mano de Sebastián Robiou, se reflexiona desde la etnohistoria, en torno a la presencia del ofidio en la ecomitología antillana. El número 3 de la revista Boletín de Arqueología nos muestra a La Gran Serpiente, Iguanaboína, como una deidad que operaba, junto con sus hijos gemelos, el agua y el sol. Esta trilogía, regidores del balance climatológico en una sociedad fundamentalmente agrícola, estarían en posición simbólicamente opuesta a aquella que producían los destructores huracanes. Ambas trilogías pudiesen ser una expresión de Atabey, la «Madre de las Aguas», probable manifestación de la Gran Serpiente cósmica.

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