- Detalles
- Escrito por Miriam Herrera Jerez
- Visto: 4829
Ensayo que obtuvo mención en el Concurso de Crítica Historiográfica Enrique Gay Calbó, convocado por la Academia de la Historia de Cuba
Entre revelaciones e impugnaciones: El proceso de formación y desarrollo de San José de las Lajas desde una mirada transdisciplinaria.
Por: Miriam Herrera Jerez
e-mail: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Pero si deja de soñar quien nos abriga entonces...
ELISEO DIEGO
A través de los siglos y de las civilizaciones, sin que aquellos que la edificaban o la vivían lo pretendieran, o fueran conscientes de ello, la ciudad ha tenido el rol memorial del monumento: objeto paradójicamente no levantado con esta intención, que, como todos los viejos pueblos y todos los establecimientos colectivos tradicionales del mundo, tenía (…) el doble y maravilloso poder de enraizar a sus habitantes en el tiempo y en el espacio.
FRANCOISE CHOAY
San José de las Lajas. Una fragua en tierra adentro fue uno de los libros presentados en la pasada Feria del Libro. Sin embargo, es un proyecto que viene madurando Jorge Garcell Domínguez desde 1995. Para comprender sus objetivos es importante tomar en consideración que el autor ha unido en su persona campos de saber que a menudo permanecen fragmentados. Es graduado en Arquitectura y Máster en Arqueología, ha trabajado en el Museo Histórico Municipal, como su director y en Planificación Física, y al mismo tiempo es técnico en topografía y miembro de un grupo de Espeleología, activo durante las últimas décadas del siglo XX. Es decir, se mueve con soltura en campos realmente afines de las Ciencias Sociales, como la Arqueología, el Patrimonio, la Antropología, la Historia, la Arquitectura, el Urbanismo y la Espeleología. Estas formaciones diversas complejizan el lugar de enunciación de su discurso histórico.
La importancia del poblamiento rural habanero por su centralidad en la constitución de la región, de una sociedad distintiva dentro del Caribe y la formación misma de la cubanidad, ha sido advertida y estudiada por grandes historiadores de la talla de Ramiro Guerra y Julio Le Riverend, y continuada con seriedad por Carlos Venegas. Sin embargo, se podría afirmar que, de las regiones de Cuba, es una de las más invisibilizadas. Se ha estudiado, por ejemplo, como se desarrolla la industria azucarera desde el siglo XVII al XIX, pero sin tocar las estructuras y dinámicas sociales concretas que se despliegan en el territorio. En el desplazamiento del azúcar se continúa viaje hacia Matanzas y la región de las Villas, la Habana rural queda detrás como paisaje. Así es que cada vez que aparece un estudio anclado en la región, por particular que sea, plantea cuestiones sorprendentes del poblamiento rural y las interacciones sociales a que da lugar.
Sobre la base de un intenso estudio documental, arqueológico y urbano la investigación de Jorge Garcell Domínguez se centra en el proceso de fundación del asentamiento lajero y su desarrollo hasta 1854, con los objetivos explícitos de revisar la construcción historiográfica sobre el proceso fundacional y explicitar las razones de desestructuración del centro histórico urbano de San José de las Lajas; hecho que lo distingue —para mal— del resto de la red de asentamientos coloniales configurados a fines del siglo XVIII en medio de la ocupación
intensa, característica del paso a una economía de plantación. Así el viajero que llega a la nueva capital de Mayabeque se encuentra que el centro del pueblo no es la Iglesia y su Plaza, sino esas llamadas «Cuatro Esquinas» que nos revelan el florecimiento de un centro comercial, que sobre la base de convertirse en eje del camino nuevo hacia Güines, hacen de San José una ciudad de servicios intermedios. Aunque después de la década de los cincuenta del siglo XX los estudios urbanos han visibilizado al «espacio» como categoría, para muchos continúa siendo una novedad el comprender el «espacio urbano» como un objeto historiable en sí mismo y aún más el concebirlo como patrimonio histórico. San José de las Lajas. Una fragua en tierra adentro, es entonces un exponente interesante de la reciente historiografía local escrita desde el compromiso con la protección patrimonial del tejido urbano de esos extraños pueblos que llenaron el país de la Habana. Es una obra centrada en el acto y el espacio fundacional de este asentamiento; revisitado desde tres dimensiones analíticas: la tradición escrita, los problemas de desarrollo urbano heredados y un ejercicio de restitución simbólica a partir de la reconstrucción histórica del espacio fundacional. LA DECONSTRUCCIÓN HISTORIOGRÁFICA
La incomprensión del papel fundamental de la Iglesia en el proceso poblador y el desconocimiento del mismo llevó a muchos historiadores locales, que han estudiado la formación e institucionalización urbana en el caso particular de San José de las Lajas, a explicar el hecho fundacional a partir de la formación de un núcleo de población desde mediados del siglo XVIII, con la construcción de una bodega en un cruce de caminos. Aquí la reconstrucción histórica de Garcell a partir de fuentes originales localizadas en el Archivo de Guanabacoa, en el Archivo Nacional y en el del Arzobispado resulta esencial para aclarar que el proceso de concentración poblacional solo fue posible después de la construcción de la iglesia, cuya edificación parece simultánea a la de la casa-bodega. La estrategia territorial de la Iglesia estuvo orientada al control de los recursos de un espacio lleno de ingenios, potreros y estancias, que simultáneamente, es apropiado, delimitado y subordinado a un centro; proceso que tiene una dimensión económica, institucional y simbólica. Casi todos los antiguos curatos rurales lograron transformarse en centros urbanos polarizantes. San José, como subordinada, desde el punto de vista eclesiástico, en sus orígenes a Managua, no fue la excepción. Puede consultarse en el Libro la copia del Plano de la división entre Managua y San José para que se entienda esa estrategia. Dentro de la revisión historiográfica esa me parece la crítica más significativa. En la restitución del documento, Garcell Domínguez ampara su crítica a las “lecturas erróneas, repetidas una y otra vez y en las que abundan enfoques y argumentos simplistas, muchas veces sin amparo de fuentes documentales”1 que han construido un relato histórico inexacto de la fundación del núcleo urbano.
Y aunque la petición de los vecinos acaecida en 17852 es un hecho establecido, la búsqueda en fuentes originales sobre este acontecimiento primigenio le permite al autor aclarar en primer lugar el error de situar 1778 como fecha de fundación, reconstruir la lista completa de los vecinos que se reunieron para la solicitud y no por último, menos importante, la siguiente descripción: “…todas las tierras de dicho corral y del Sábalo se hallan repartidas
1 Jorge F. Garcell Domínguez: San José de las Lajas. Una fragua en tierra adentro. p. 11. 2 Nos referimos a la solicitud que realizan seis vecinos al Obispado para fundar en la hacienda San José una Iglesia como Auxiliar de Managua.
y pobladas de sitios, potreros y estancias y que pueden contener hasta 500 personas…”. La significación de esta descripción va mas allá de la discusión sobre la confirmación de la no existencia de un núcleo concentrado de población anterior a la Iglesia. En 1785 cuando Cristóbal Martínez y Antonio Delgado, vecinos de Managua, donaron cada uno de sus respectivas fincas, un cuarto de caballería para la construcción y formación de la Iglesia y Pueblo de San José; el Teniente Coronel Dn José Jph O’Farril, junto a José González Rodríguez, solicitaba la formación de una Parroquia Auxiliar en Tapaste y cedía media caballería de tierra con este objetivo. Ambrosio Vicente de Zayas Bazán, dueño del ingenio Santísima Trinidad, grava con 50 pesos anuales esta posesión como contribución financiera para el proyecto. Así estableciendo conexiones con hechos conocidos, pero aislados, asistimos a la emergencia de dos estrategias diferentes de control territorial que coexisten y que responden a intereses sociales de jerarquías distintas: la estrategia territorial de la oligarquía plantacionista que representan los O’Farril, quienes tienen en la zona buena parte de sus ingenios, potreros y cafetales y su salida natural por el río Jaruco; y la estrategia de criollos que no pertenecen a la élite plantacionista y que quizá solo están apostando con un poco de olfato. Todo ello nos permite descubrir los resquicios que estos procesos de cambio social abrían. La cercanía de los procesos, que el autor no consideró, obliga a repensar el carácter social de la fundación de San José, y quizás debamos conectar esa reflexión con la que hace Pablo Tornero en su texto de Santiago de las Vegas u otros autores para el caso de Güines. No obstante, el texto de Garcell Domínguez contribuye a que los historiadores sociales reflexionen en la simultaneidad de estrategias aristocráticas —como muy bien representan los señoríos jurisdiccionales— con estrategias, que a falta de un mejor término, podríamos llamar populares.
De esta manera su crítica a los estudios previos pone el dedo sobre lo que aún continúa siendo un vacio historiográfico: el estudio del proceso de poblamiento de la llanura habanera. Para decirlo con las palabras de Venegas que aparecen en el prólogo de esta investigación: el estudio de “…las condiciones de una vida cotidiana rural y la temprana presencia de un campesinado libre y colonizador escasamente percibido dentro de los análisis reduccionistas manejados a menudo para describir la propiedad territorial de la Isla”. De ahí que las respuestas a varias interrogantes que nos plantea este texto esperan todavía por un estudio social que ilumine quienes son, sociológicamente hablando, Cristóbal Martínez, Antonio Delgado, Joseph Parreño, Gabriel y Luis Roque y Manuel Fascenda.3 Entonces podríamos completar la explicación de por qué escogieron un espacio fundacional que después se reveló inadecuado para el desarrollo urbanístico, aunque el templo se ubicara en el área más elevada del Camino Real a Güines como bien apunta el arquitecto que habita en Garcell o explicar las razones de una estructura agraria tan diversificada desde antes de 1788. Algunas claves para esto último ya nos la adelanta el autor al incluir como proceso ineludible el reparto ilegítimo de las tierras de naturales,4 auspiciado y dirigido por el Cabildo de Guanabacoa. Es de los pocos autores que han establecido una relación directa entre la formación y demolición del Hato Río Bayamo y los centros agrourbanos formados posteriormente en los terrenos de naturales, llamando la atención sobre la importancia de estudiar esos procesos. DESARROLLO URBANO
3 Son los nombres de los vecinos que se reunieron para la solicitud al Obispado. 4 Nombre con que se designaba a la población originaria de la Isla y sus descendientes que fueron agrupados en los llamados «pueblos de indios». Guanabacoa fue en sus orígenes una de estas concentraciones.
La edificación en 1796 del nuevo camino, después Calzada a Güines, propició un nuevo impulso al crecimiento y consolidación del asentamiento lajero y con ello el posterior debilitamiento, hasta su desaparición, de los espacios hitos públicos fundacionales, entre ellos, la plaza y su iglesia y otros edificios de servicio (…) El nuevo polo definió un centro, que se identificó con una encrucijada de caminos.5 La mirada del arquitecto con experiencia en la planificación urbanística y en la conservación del patrimonio local y regional le permitió trascender la crónica científicamente documentada para convertir el acto escriturario en restitución simbólica. Sin llegar a la pretensión de una historia cultural urbana, al concentrarse en el proceso de formación de San José de las Lajas, Garcell nos revela la fractura que significó la pérdida de la centralidad del espacio fundacional primigenio de este asentamiento. Por ello dedica la mitad de su libro a la reconstrucción del entorno fundacional. Para ello no solo se vale de un trabajo riguroso con las fuentes documentales, sino de los resultados de la investigación arqueológica emprendida entre los años 1998-1999.
Como la iglesia original fue demolida entre 1927-19306 —la destrucción del patrimonio no es un fenómeno nuevo como algunos pudieran pensar— el autor inicia ese acto de restitución con la descripción del espacio interior del templo. La naturaleza minuciosa de la narración sólo puede comprenderse si captamos el sentido de que: ante lo irrecuperable, no se decide por un gesto nostálgico, sino por un acto simbólico de restauración a partir de la utilización de los dos inventarios realizados a mediados del siglo XIX:
En el presbiterio, sobre un estrado, aparecía un retablo o altar mayor con motivos decorativos del barroco, adornados por columnas salomónicas y cuatro ángeles de retablo pintados al óleo, donde se ubicaba un nicho central en el cual era colocada la imagen de bulto o de vestir policromada de 1.15 m de altura del santo patrón san José. con su báculo de ocho canutos de plata…con su corona de plata y un niño entre sus brazos.7 En una integración del análisis proveniente del campo de la historia de la arquitectura y de la cultura cristiana (ritos, creencias, imaginería), la interpretación se desplaza a una reflexión que el autor deja abierta, pero que no deja de ser significativa en la comprensión de la intencionalidad práctica de los sujetos sociales en el ordenamiento del espacio:
…la construcción lajera difiere de la tradición eclesiástica que, desde los orígenes del cristianismo, ordena situar al templo de este a oeste y coloca el altar mayor hacia el este. (…) La orientación seleccionada constituye una adecuación ideal a las condiciones climatológicas de nuestro archipiélago (la dirección del viento, el impacto de la radiación solar, los requisitos de la iluminación natural) (…) la orientación escogida responde a una intencionalidad bien marcada, y no solo al paralelismo con el
5 Jorge F. Garcell Domínguez: San José de las Lajas. Una fragua en tierra adentro. p. 104. 6 Proceso que vino a completar la desarticulación del espacio fundacional. De la demolición solo se conserva una columna, que es hoy el símbolo de la ciudad. 7 Jorge F. Garcell Domínguez: San José de las Lajas. Una fragua en tierra adentro. p. 44.
Camino Real a Güines o con la plaza, pues bien pudo haberse orientado de otras muchas maneras.8 La interpretación urbanística del complejo Templo-Plaza-Camino incluye además la consideración de los criterios defensivos y militares, el debate sobre la relación entre la orientación de la plaza y el eje principal del templo y su incidencia en el análisis de lo público:
“No tiene este pueblo paseos ni parques, ni plaza de ningún género, más que la muy pequeña de la iglesia…”, reflexionaba Navea y Poncet en 1880.9 Toda la sociabilidad cultural se concentraba en tres espacios: el teatro, la calle y la valla de gallos. De esta manera, nos dice Garcell Domínguez, la zona fundacional al perder su función como eje de la trama urbana, perdió con ello su contenido social, pues los vecinos no le otorgaron ningún signo distintivo, “nunca recibió una intervención constructiva sólida, que cualificara el espacio mediante un diseño adecuado y distintivo.”10 Destaca las causas del trazado irregular y la preponderancia de la vivienda de embarrado y guano, para ello cuenta con la información del padrón de 1823 que revela la presencia de 10 casas de mampostería, teja y embarrado y 130 de embarrado y guano. En el mismo padrón aparece dibujada la estructura agraria que revela la importancia del hinterland de la población y una de las funciones esenciales de estos «pequeños núcleos agrourbanos», como los llama Venegas, la de producir para el mercado interno. Es cierto que se dedican 100 caballerías a la producción de azúcar, pero se dedican 1 453 a potreros y existen alrededor de 148 sitios. Establece el proceso evolutivo a partir de la información que los excelentes censos de las décadas del ’40 y el ’60 le ofrecen. Además no deja de analizar el sentido de estos asentamientos en el marco de la estrategia defensiva post 1762. El desarrollo de la plantación azucarera hacia el valle de los Güines propició la consolidación de este núcleo poblacional, que desplazó al resto de los centros antiguos en el control de todo el espacio. Fue un proceso lento y lleno de pequeñísimos conflictos que articuló “la fuerte tendencia a la urbanización lineal a todo lo largo del antiguo Camino Real Habana-Güines de la estructura inicial” y con posterioridad, también a lo largo del itinerario que siguió esta arteria en su nuevo emplazamiento. Para el autor esta tendencia al crecimiento lineal no debe opacar el desarrollo de otras sendas “a manera de atajo o desvío [que] marca el inicio de un plano de retículas no ortogonales en forma de abanico” que determinan la formación de grandes manzanas de formas irregulares, que estaban perfiladas como tendencia de crecimiento desde la formación misma de la estructura urbana inicial. En el análisis de las sucesivas reconstrucciones, al igual que en otros momentos, se hecha de menos una perspectiva territorial. La modernización de las iglesias para fines de los ’50 del siglo XIX no solo fue un fenómeno particular en San José de las Lajas. Lo interesante aquí fue el esfuerzo colectivo, que no aparece en otros asentamientos contemporáneos. De ahí la necesidad de la perspectiva comparativa y de que en el análisis del espacio se vuelvan visibles las relaciones sociales entre la gente que lo habitó.
No obstante, esta mirada resulta significativa porque el autor no analiza un centro urbano monumental, sino uno de esos extraños pueblos que nos traduce en lenguaje poético Eliseo Diego, y de los que está lleno el tejido de la Habana rural. De esta manera al utilizar un recorrido histórico como método de interpretación explicita la condensación que sobrevive en
8 Jorge F. Garcell Domínguez: San José de las Lajas. Una fragua en tierra adentro. pp. 52-55. 9 Citado por el autor del texto que aquí se reseña en la p. 57. 10 Jorge F. Garcell Domínguez: San José de las Lajas. Una fragua en tierra adentro. p. 56.
que sean hoy las «Cuatro Esquinas» el nudo de los flujos y no el modelo Plaza-Iglesia, característico de todos los asentamientos coloniales. Todo ello confirma lo que algunos estudiosos de lo urbano defendieron hace ya más de cuatro décadas, la importancia epistémica de los casos de estudios. ¿Qué se hecha de menos en este libro? Una reflexión, desde la experiencia transdisciplinaria del autor, sobre espacio y ciudad para los estudios locales, así como una conexión más profunda con el ámbito regional. Se hecha de menos un pensar de manera explícita las herramientas teóricas con las que se vale.
Y aunque el autor no se adentra en este texto en las consecuencias socioculturales de semejante fractura, su continua actividad pública y científica en pos de salvaguardar el pequeño centro histórico lajero, se ha encaminado a mitigar la incidencia de semejante desestructuración. En este análisis se condensa, además, el sentido que tiene para los contemporáneos esta historia local al abordar las raíces históricas de un problema que incide en la identidad, en las maneras de circular y habitar la pequeña ciudad. Así que ese ejercicio paciente de reconstrucción histórica y de discusión urbanística es un regalo —y un llamado a la conciencia patrimonial— del autor a su pueblo. Más que analizar la representación y el imaginario en torno a la ciudad el autor parece contribuir a su reconstrucción.
Por todo ello considero que el principal aporte de esta nueva contribución a la historia urbana de Cuba, y especial regalo al pueblo lajero, reside en la comprensión que avanza sobre las razones del particular proceso histórico de formación urbanística de San José de las Lajas; descubriéndonos, al mismo tiempo, el valor simbólico que puede abrigar una columna sobreviviente. Invitándonos, a partir de un acto de restitución simbólica, a cuidar y preservar los signos de identidad de un pueblo, porque cuando se pierden se produce la fractura de una sinapsis entre espacio e identidad que nos empobrece como seres humanos y como sociedad.
- Detalles
- Escrito por Redacción Opus Habana
- Visto: 3237
El Museo Numismático de la Oficina del Historiador de la Ciudad conserva en sus fondos una singular pieza, la primera en la numismática donde aparece plasmada la efigie de José Martí: la Medalla de la Emigración.
Ubicada en la Sala Medallística del Museo, la condecoración surge en 1913 por iniciativa de I. Melecio Alcalde, apoyado por otros veteranos de las guerras de liberación, quienes, reunidos el 3 de enero del propio año en junta directiva de la Asociación de los Emigrados Revolucionarios Cubanos, aprobaron la creación de una medalla conmemorativa para distinguir a aquellos que desde el exilio habían contribuido a alcanzar la independencia de Cuba.
- Detalles
- Escrito por Redacción Opus Habana
- Visto: 11835
Por su estratégica ubicación, amplitud, y a tenor de la relevancia y belleza de las edificaciones que definen sus contornos, la Plaza de San Francisco deviene parada recurrente para aquellos que se animan a recorrer el Centro Histórico habanero, tal vez con el anhelo de aprehender las claves que hacen de este un sitio irrepetible.
- Detalles
- Escrito por Redacción Opus Habana
- Visto: 2848
En Cuba, la impronta de Italia se ha hecho sentir durante cinco siglos con obras de sus arquitectos, constructores, escultores y pintores, quienes levantaron en la Isla imponentes fortalezas, concibieron frescos en catedrales, decoraron teatros, esculpieron estatuas o moldearon rostros de mármol y bronce de los héroes de la independencia. De esta historia trata el documental Cuba: un arte también italiano, presentado por Carmine Robustelli, embajador de Italia en Cuba, en el Centro Hispanoamericano de Cultura, como parte de la XV Semana de la Cultura Italiana en La Habana, que transcurrió entre el 26 de noviembre y el 2 de diciembre, con más de 25 propuestas.