Sobre los empleados públicos que, al decir del cronista «son unos sabrosones que se pasan la mañana o la tarde haciendo que trabajan delante de la mesa o la maquinita de escribir, pero en realidad, conversando unos con otros o dando paseítos a los demás departamentos de la oficina o al café cercano; y todo eso, cuando asisten al trabajo y no disfrutan de licencias efectivas o botelleriles».
 En su cotidiano deambular por los entresijos del Centro Histórico, ya sea elogiando o desbarrando, Carlos Planas adquiere esa condición singular que convierte a una persona en personaje.

 En este artículo publicado en la revista Carteles el 25 de septiembre de 1938, el cronista comenta acerca de este «vicio que tiene caracteres de universalidad, pero que en el cubano se manifiesta como una de las grandes lacras de nuestra vida política y administrativa».

 Durante el siglo XIX, criollas y criollos comenzaron a despojarse de las costumbres españolas en diversas facetas de la vida cotidiana, entre ellas, el uso del vestuario.