Como en el Guardador del rebaño, uno de los poemas más conocidos del poeta portugués Fernando Pessoa, en la obra de Aisar Jalil (Camagüey, 1953), realidad y fantasía se trastruecan en lo mítico u onírico de una historia de evidentes puntos alusivos a la realidad.

 Preocupado por la participación, «por primera vez en Cuba, y tal vez en el orbe, de una mujer en lances caballerescos», el articulista comenta sobre esta actividad «hasta ayer reservadas exclusivamente a los hombres y que se encontraban ya en completa decadencia entre nosotros, al extremo que en aquellas Habladurías clasifiqué el duelo entre las costumbres criollas desaparecidas».

 Sobre el contrabando, uno de los muchos vicios criollos, que se halla «entre las grandes fuentes de corrupción en las costumbres criollas públicas y privadas de todos los tiempos».
 En su constante pernoctar entre París y La Habana, este artista cubano ha ido configurando una poética tan inequívoca y representativa de su persona, que sólo podría descifrarse gracias a las claves que él mismo revela en esta conversación.