Comentar sobre posturas sociales de ciertos caballeros de la Cuba pretérita, compulsaron a este cronista para hermanarse con el retrato de una de sus variantes (el pepillito), logrado por el director de la La Semana, «la más popular de las revistas satíricas cubanas». Roig quiso señalar con palabras también al «primo del pepillito y hermano del guataca, con algo de aquel y mucho de éste».

 La publicación de un volumen como Escultura en Cuba siglo XX constituye un aporte sustancial a nuestro arte escultórico. Un libro así viene a llenar un gran vacío informativo, posible gracias a la laboriosidad de su autor, el investigador José Veigas, y a la participación de la Fundación Caguayo y la Editorial Oriente en la fase de hacerlo realidad. Desde el 2005 circula «este vital empeño historiográfico».
 Como tantas otras, esta crónica la motivó algún lector. Responde a una inquietud de la época y hoy día es testimonio de hechos del pasado, o más exactamente, del party que «no es sino una de las tantas formas de asociación, de acercamiento y confraternidad propias y características de la especie humana y hasta de la animal, en términos generales».
 El cronista retoma en su artículo un modo de comportamiento social de cierto individuo que «procura inconscientemente – inconsciencia en él es esencial– disfrazarse, uniformarse, distinguirse de los demás por detalles en la indumentaria, en los modales». Se le homologa a los caracterizados en otros escritos como «buen partido», «sporstman» o «chiquito de sociedad».