No es el estruendo de un rayo, ni un estampido ocasional. Para los habaneros retumba desde hace siglos el «cañonazo de las nueve», ceremonia que –desde 1986– se recrea a modo de fantasía militar en la fortaleza de San Carlos de la Cabaña.
 Numerosos y disímiles escudos representaron a La Habana durante la época colonial, y en todos –como demuestran estos ejemplos– primó su condición de ciudad fortificada, por encima de la diversidad de estilos y aditamentos.
 Una de las más recias personalidades artísticas del país y, sin duda alguna, uno de los imprescindibles de la plástica cubana del siglo XX.
 Al contrapuntear la voluptuosidad de las frutas con la geometría de los detalles arquitectónicos, este pintor parece querer revelar el lado oculto del barroquismo insular como base generatriz de nuestra naturaleza artística.