Una de las más recias personalidades artísticas del país y, sin duda alguna, uno de los imprescindibles de la plástica cubana del siglo XX.
 Al contrapuntear la voluptuosidad de las frutas con la geometría de los detalles arquitectónicos, este pintor parece querer revelar el lado oculto del barroquismo insular como base generatriz de nuestra naturaleza artística.

 Con este artículo, Emilio Roig de Leuchsenring comienza el libro homónimo que publicara en 1923, teniendo –a manera de prólogo– la carta que José María Chacón y Calvo dirigiera al editor costarricense Joaquín García Monge..

 Gracias a la consagración y honestidad de hombres como Alfredo Zayas Méndez, logró preservarse el legado de la Oficina del Historiador de la Ciudad.