Junto a la avenida del puerto, frente a la Bahía de La Habana, y a pocos pasos de la Alameda de Paula, el hotel Armadores de Santander rememora el otrora sitio que ocuparon los armadores de barcos de la hermosa ciudad marítima de España.

 Entre los concurrentes al cementerio se destaca uno muy especial: el médico de los muertos, «un señor pequeño, apergaminado y enjuto», que evalúa con mirada rápida a quienes yacen en un ataúd. Es el instante en que les guiña un ojo: «¿Ellos, los cadáveres, le contestan? ¿El guiño que él hace es un santo y seña? ¿O es un tic nervioso, hijo tan sólo de la costumbre?», se interroga el cronista.

 Su estudio-galería, en la calle de los Oficios, contribuye a la gesta restauradora del Centro Histórico y deja entrever nuevas perspectivas de creación.

 Sobre los carnavales y la decadencia de esa tradición comenta Roig en este artículo de costumbres, en el que además rememora los famosos bailes que –según dice– son «una de las diversiones más típicas de nuestro antiguo y bullicioso carnaval».