Al fragor de la restauración nació esta experiencia pedagógica sin precedentes, mediante la cual se contribuye a la formación integral del más valioso patrimonio social: la niñez.
 Otrora refugio de bohemios y artistas, este lugar conserva un caudal de memoria en sus paredes, donde cada visitante acostumbra dejar constancia de su paso.
 Poco queda de los claros y potentes surtidores de agua que desembocaban en el Callejón del Chorro para dar vida a la villa de San Cristóbal de La Habana.

 Siguiendo el mismo esquema empleado por el Doctor Cantaclaro, un costumbrista de la etapa colonial, Roig ofrece su visión de esta especie de novios a los que clasifica en «aspirantes, meritorios y efectivos».