En esta nueva entrega, el historiador cubano busca «satisfacer ahora la natural curiosidad que a los lectores de ese trabajo habrán despertado todas las citadas anormalidades que se descubrieron al exhumar los restos de Colón en 1898, fundamentando las afirmaciones finales» hechas en el trabajo que publicamos anteriormente.
 En esta oportunidad, el articulista ofrece «los detalles, interesantes todos, y muchos de ellos pintorescos, de la exhumación el día 26 de septiembre de 1898, de los supuestos restos de Cristóbal Colón del nicho en que se encontraban en la Iglesia Catedral» que para su consulta «aparecen recogidos en documentos fehacientes de personas que intervinieron en la referida exhumación».
 En esta segunda parte de sus acotaciones, el articulista profundiza cómo Colón «pobre y abandonado exhaló su último suspiro» y cómo «ordenaba también que sus restos fueran sepultados en la capital de su isla preferida de Santo Domingo, y que se le colocara en la caja funeraria vestido de hábito de la Orden Tercera de San Francisco, y junto a su cuerpo se guardase el único trofeo que conservaba de todas sus gloriosas conquistas: los grillos que el infame Bobadilla le puso».
 En este artículo, primero de una saga de seis, el historiador aclara sobre el «llamado descubrimiento de América, o mejor dicho, la llegada de Cristóbal Colón, con un grupo de españoles, a las tierras que hasta el siglo XIX fueron denominadas Indias Occidentales, o sea el Nuevo Mundo, ya pobladas, muchas de ellas, como lo estaba Cuba, desde milenios atrás, por razas de culturas y civilizaciones diversas, y algunas de extraordinario perfeccionamiento».