Con estas líneas el cronista nos acerca a las personas cuya locura «no se manifiesta, como en los locos oficiales, por síntomas diversos, sino por un síntoma típico para todos ellos: el delirio de grandeza».

 La preocupación por la falta de unión en la familia lleva al articulista a reflexionar sobre la evolución de determinadas costumbres sociales, causantes de que «el hogar de hoy sea diferente al de hace tres cuartos de siglo».

 Sobre el recorrido que un grupo de muertos – hacía pocos meses– hizo por la ciudad, y el asombro que les causó los cambios que en tan poco tiempo se percibían en muchos aspectos de la sociedad, tratan estas líneas del cronista. 

 En este artículo Roig hace a sus «parientes y amigos, especiales recomendaciones para el día de mi muerte, rogándoles encarecidamente las guarden y cumplan al pie de la letra, como mi última y solemne voluntad».