Las elegantes clínicas de La Habana y los hechos que en ella sucedían con motivo de la visita a un convaleciente, no escaparon a la pluma de este satírico articulista.
 También a la moda –«tirana de la sociedad moderna»– estuvieron operaciones que llegaron a gozar de gran refinamiento y popularidad, fundamentalmente las de extirpación del apéndice y las amigdalas.

 Un folleto con datos y consideraciones judiciales ofrecía para los personajes de esta crónica «todos los delitos habidos y por haber, con el número de veces que se habían cometido en la Isla, durante 1924-1925»... Precisamente, el de interés para ellos guardaba relación con el adulterio y uno de sus implicados: los «con-sen-ti-do-res».

 A propósito de una carta que recibiera censurando el tema de uno de sus artículos, el cronista reflexiona sobre la lección y el ejemplo que el ambiente social, y hasta los hogares, ofrecían a las niñas que en ocasiones no eran tan ingenuas como pretendían sus padres.