Como tantas otras, esta crónica la motivó algún lector. Responde a una inquietud de la época y hoy día es testimonio de hechos del pasado, o más exactamente, del party que «no es sino una de las tantas formas de asociación, de acercamiento y confraternidad propias y características de la especie humana y hasta de la animal, en términos generales».
 El cronista retoma en su artículo un modo de comportamiento social de cierto individuo que «procura inconscientemente – inconsciencia en él es esencial– disfrazarse, uniformarse, distinguirse de los demás por detalles en la indumentaria, en los modales». Se le homologa a los caracterizados en otros escritos como «buen partido», «sporstman» o «chiquito de sociedad».
 Para entretener a los lectores el articulista reproduce algunos anuncios «curiosos, ridículos o raros», que comerciantes e industriales empleaban para darle propaganda a sus productos.
 Comentario sobre cómo los padres de familia tratan de hacer pagar a los solterones un impuesto que «la sociedad necesita y debía haberse implantado desde hace tiempo».